Rafael Trujillo: La muerte de un dictador
El 30 de mayo no es un día cualquiera en el calendario dominicano. Es la fecha en que la historia se estremeció, cuando las sombras del miedo se agrietaron y la voluntad de un puñado de hombres cambió el rumbo de toda una nación.
Este viernes, como cada año, los dominicanos recuerdan con fuerza, con respeto y con una mezcla de dolor y orgullo, el ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo Molina, el dictador que durante más de tres décadas gobernó con mano de hierro, y que esa noche del 30 de mayo de 1961, encontró su destino en una emboscada sobre la carretera que lleva a San Cristóbal. Hoy se cumplen 64 años de esa gesta heróica.

El “Benefactor” que sembró el terror
Durante 31 años, Trujillo fue más que un presidente. Fue el amo del país, el dueño de vidas y tierras, el que decidía quién comía y quién no. Su retrato estaba en todas las oficinas, su nombre en calles, montañas, provincias. Su sombra estaba en cada rincón, y el silencio era el idioma nacional.
“Cuando Trujillo estornudaba, el país entero se agarraba la cabeza”, dicen personas que fueron parte de la época. Y no exageran.

Bajo su régimen se cometieron crímenes atroces, desde la masacre de haitianos en 1937 hasta la persecución sistemática de opositores, reales o imaginarios.
Pero como toda dictadura, la suya también sembró su final.
La conspiración de los valientes
Eran hombres de clase alta, militares, empresarios, incluso antiguos aliados del régimen. Pero más que eso, eran hombres hartos del miedo. Antonio de la Maza, Amado García Guerrero, Salvador Estrella Sadhalá, Juan Tomás Díaz, Modesto Díaz, Pedro Livio Cedeño y otros cuyos nombres hoy están escritos en letras firmes en la historia, se reunieron en silencio, tramando lo impensable: matar al Jefe.
Y lo lograron. La noche del 30 de mayo de 1961, Trujillo, como hacía con frecuencia, se dirigía solo en su vehículo hacia San Cristóbal. No sabía que lo esperaba. Un tiroteo feroz se desató en la oscuridad. El cuerpo del dictador, abatido a balazos, quedó tendido sobre el asfalto caliente. Murió el hombre, y con él empezó a morir el mito del invencible.

La sangre de los héroes, la raíz de la libertad
Pero la libertad no fue inmediata. Tras el ajusticiamiento, la persecución fue brutal. Muchos de los ajusticiadores fueron asesinados en represalias crueles, sus cuerpos torturados, sus familias marcadas. Y sin embargo, su muerte no fue en vano.
Ese disparo del 30 de mayo retumbó más allá de la carretera. Abrió las puertas a la caída del régimen, al despertar del pueblo, a la construcción de una democracia que, aunque imperfecta, sigue siendo fruto del coraje de esos hombres.
Hoy, 30 de mayo, la patria se pone de pie
Hoy no solo se conmemoran 64 años de la caída del tirano, hoy se honra la valentía. Porque matar a Trujillo no fue solo un acto militar. Fue un acto de amor a la patria. Fue la chispa que encendió la esperanza. Fue decirle al mundo que los dominicanos no aceptan cadenas eternas.
En cada calle que lleva el nombre de los héroes, en cada joven que estudia su historia, en cada lágrima de las madres que los perdieron, Trujillo sigue cayendo.
Y mañana, y el año que viene, y cada 30 de mayo, lo volverá a hacer.
Porque el pueblo que recuerda es un pueblo que nunca vuelve a ser esclavo.