Opinión

Narcisazo. ( 2 de 2)

Narciso González (Narcisazo) fue victima de un crimen de lesa humanidad denominado “Desaparición Forzada de Personas”. De acuerdo a la Convención Internacional para la Protección de las Personas Contra la Desaparición Forzada, este delito se considera como un acto contrario al derecho a la vida, incompatible con los postulados del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y con lo establecido por el Estatuto de Roma, que es el instrumento constitutivo de la Corte Penal Internacional.

La desaparición forzada de personas ha sido una estrategia de gobiernos autoritarios y dictatoriales usada preferentemente contra los opositores, en el marco de lo que se conoce como “terrorismo de Estado”, una estrategia destinada a controlar a la población a través del miedo y el terror generalizado. De ahí que el impacto de la desaparición no esté dirigido solamente a la víctima directa y sus familiares sino también a la sociedad en su conjunto.

En el pasado, en la República Dominicana imperaron gobiernos dictatoriales que se valieron de este tipo de crímenes para sostenerse en el poder. Desgraciadamente, la transición hacia la democracia no se saldó con un balance judicial sobre los crímenes y delitos políticos auspiciados desde el Estado, sino que se asumió desde la imposición de la impunidad y, por tanto, desde toda renuncia a la investigación o establecimiento de la verdad.

Por eso se puede considerar que la imposibilidad de realizar procesos penales contra los responsables de crímenes atroces contra las personas, cometidas durante la dictadura trujillista y en los nefastos gobiernos de Balaguer, en los hechos, continuó siendo un factor de motivación para que ese tipo de delitos siguieran cometiéndose.

La imposición de un modelo de transición a la democracia en que imperó el “borrón y cuenta nueva” puede colegirse que ha atado las manos a la justicia frente al pasado, en lo relativo a todo el calvario de violaciones a los derechos humanos, como también frente a la corrupción y hasta frente a los delitos electorales, como lo es el fraude.

En las circunstancias que rodearon la desaparición forzada del profesor Narciso Gonzáles se conjugaron tres tipos de dinámicas delincuenciales del pasado que quedaron impune: la corruptela que operaba desde el gobierno; la actuación electoral fraudulenta y el terrorismo de Estado. En su conjunto fueron características del gobierno balaguerista que Narcisazo denunció acremente.

En cualquier pesquisa criminalística, si el motivo del crimen es obvio: acallar la voz de un intelectual con autoridad moral y credibilidad pública, que venía denunciando la corrupción y que llamaba a levantarse contra el fraude electoral; si los afectados por las denuncias y atemorizados por su llamado a la desobediencia civil también se conocen; si también se conocen aspectos operativos del crimen, entre ellos se sabe que la víctima fue “paseado” por varios destacamentos militares y policiales y hasta se tienen nombres de elementos señalados como los ejecutores de la desaparición; entonces, ¿Qué ha faltado para que se establezca plenamente la verdad?

La respuesta parece obvia: Si “no hay crimen perfecto”, como dice una vieja máxima en la investigación policial, entonces la falencia ha estado en la investigación. O se ha tomado caminos extraviados en la exploración de las hipótesis que se desprenden de los hechos fácticos que acompañaron este crimen o no se ha recorrido todo el camino indagatorio que requiere.

En criminalística, como en cualquier área de la ciencia, tanto el extravío en el camino de la búsqueda de la verdad, como la limitación técnico-metodológica son superables.

Teórica y técnicamente la investigación puede ser concluida y puede arrojar la verdad incontrovertible de los hechos. No lo hizo hasta ahora porque había faltado que la búsqueda de la verdad rete a la justicia y, sobre todo, al nuevo Ministerio Público, que exhibe eficacia e independencia en su accionar.

Confiamos plenamente en que la investigación superará el limbo en que se ha mantenido por 28 años.

Si nunca se saldara cuentas con los perpetradores del crimen contra Narcisazo quedaría abierto una especie de túnel del tiempo, por el que siempre existirá el riesgo de que se cuelan acciones fuera de época, anacronismos, que continuarán dañando a la sociedad. Abrimos esperanzados un nuevo compás de espera.

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