Internacional

Sueños Deportados: El Impacto Global de la Guerra de Trump contra Harvard

CAMBRIDGE, MASSACHUSETTS — Durante generaciones, Harvard ha sido sinónimo de excelencia académica, un faro para las mentes más brillantes del mundo. Sin embargo, en la primavera de 2025, este símbolo de prestigio global se convirtió en el epicentro de una ofensiva política sin precedentes. La administración de Donald Trump, en su segundo mandato, ha lanzado una campaña agresiva contra universidades de élite, revocando cientos de visas a estudiantes internacionales y poniendo en jaque la promesa del sueño académico estadounidense.

La acción más contundente fue la revocación de la certificación del Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio (SEVP) para Harvard, impidiendo su capacidad legal de inscribir estudiantes extranjeros. El Departamento de Seguridad Nacional justificó la medida alegando “preocupaciones de seguridad nacional” y supuesta “inacción ante incidentes de antisemitismo en el campus”. Pero académicos y defensores de derechos civiles ven otra motivación: una represalia política contra instituciones percibidas como bastiones del pensamiento progresista.

Un ataque con nombre y apellido

El propio Donald Trump acusó públicamente a Harvard de «albergar estudiantes extranjeros sin transparencia» y amenazó con retirar más de 3.000 millones de dólares en fondos federales si la universidad no cumplía con sus demandas de entregar registros estudiantiles. La jueza federal que intervino en el caso calificó las acciones del gobierno como una posible violación a la Primera Enmienda y otorgó una suspensión temporal. Pero el daño ya estaba hecho.

Más de 1.000 estudiantes internacionales —provenientes de países como China, India, Nigeria, Colombia y Alemania— recibieron notificaciones de cancelación de visa sin previo aviso, dejando sus carreras académicas en el limbo. Algunos fueron obligados a abandonar el país en cuestión de días; otros quedaron atrapados en una red legal confusa e inestable, enfrentando interrogatorios o restricciones para regresar.

Historias truncadas

Muna Al-Masri, una estudiante siria de maestría en políticas públicas, fue detenida en el aeropuerto de Boston al regresar de una conferencia en Ginebra. A pesar de contar con una visa F-1 válida y documentación completa, su entrada fue denegada. “No me dejaron hacer una llamada. Me dijeron que Harvard ya no estaba autorizada a patrocinarme. Lloré, pero nadie respondió”, relató en entrevista desde Estambul, donde permanece varada.

El caso de Muna no es aislado. Según datos obtenidos por la American Civil Liberties Union (ACLU), al menos 37 estudiantes fueron deportados en las últimas tres semanas, algunos por publicaciones en redes sociales o por haber participado en protestas pacíficas en el campus. Otros, como Chen Wei, estudiante chino de física teórica, fueron acusados sin pruebas de tener vínculos con “intereses extranjeros”.

Repercusiones globales

La comunidad internacional ha reaccionado con dureza. El gobierno chino denunció la medida como un acto de “discriminación ideológica” y convocó al embajador estadounidense. En Europa, varias universidades ofrecieron plazas de emergencia a los estudiantes afectados, mientras que Hong Kong lanzó una campaña para atraer a los talentos académicos desplazados por las políticas de Trump.

La decisión también generó inquietud entre las principales tecnológicas del Silicon Valley, muchas de las cuales dependen de la innovación proveniente de estudiantes e investigadores internacionales. “Esta es una guerra contra el conocimiento”, afirmó Satya Nadella, CEO de Microsoft, en un foro en San Francisco. “Estados Unidos está perdiendo lo que lo hace fuerte: su apertura al talento global.”

Un precedente peligroso

Harvard, por su parte, presentó una demanda federal contra la administración Trump, acusándola de usar los visados como arma política. “Estamos viendo una escalada autoritaria que amenaza la esencia misma de la educación superior”, denunció el presidente interino de la universidad, Alan Garber.

Más allá de Harvard, otras instituciones como Stanford, Columbia y MIT han comenzado a revisar sus políticas internas ante el temor de ser los siguientes objetivos. Pero muchos coinciden en que el verdadero impacto es humano.

Epílogo: educación en la cuerda floja

Para miles de estudiantes, el futuro se volvió incierto. Lo que comenzó como un sueño —entrar a una de las universidades más prestigiosas del planeta— se convirtió en una pesadilla burocrática y geopolítica. La guerra de Trump contra Harvard no solo ha deportado estudiantes. Ha deportado sueños, ha exiliado ideas, y ha puesto en jaque el lugar de Estados Unidos como líder moral e intelectual del mundo.

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