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La increíble historia del panadero del Titanic: el secreto por el que logró sobrevivir en las gélidas aguas del Atlántico

La tragedia del Titanic ha dejado incontables relatos de heroísmo y misterio. Entre ellos destaca la sorprendente y no muy conocida historia de un panadero británico cuya insólita resistencia en el gélido Atlántico sigue asombrando más de un siglo despué

Pocas tragedias han captado la atención del mundo como la del Titanic. El majestuoso transatlántico, símbolo de modernidad y lujo en su tiempo, terminó hundiéndose la madrugada del 15 de abril de 1912 tras chocar contra un iceberg en pleno Atlántico Norte. Desde entonces, su historia ha sido contada en libros, películas y documentales, convirtiéndose en un mito de la cultura popular

De las 2.223 personas que viajaban a bordo, alrededor de 1.514 perdieron la vida. Solo unos 700 sobrevivieron a aquella madrugada que cambió la historia de la navegación. Entre ellos se encontraba un hombre cuya experiencia aún hoy sigue fascinando: Charles Joughin, el jefe de panaderos del Titanic, que logró mantenerse con vida en las aguas heladas durante horas sin apenas mostrar síntomas de hipotermia.

El suyo fue un caso único, tanto por la forma en que afrontó la catástrofe como por su sorprendente resistencia. Mientras cientos de pasajeros murieron congelados en cuestión de minutos, Joughin no solo consiguió flotar durante horas, sino que también ayudó a salvar la vida de numerosas mujeres y niños. Su hazaña lo convirtió en una de las figuras más recordadas de aquel naufragio.

El panadero que desafió al Titanic

Charles John Joughin nació en 1878 en Birkenhead, Inglaterra. Desde muy joven trabajó en barcos, lo que le permitió formarse como panadero naval. Su carrera lo llevó a trabajar en grandes transatlánticos como el RMS Olympic, gemelo del Titanic, hasta que en 1912 fue contratado como jefe de panaderos en el buque más imponente de la época. Bajo su mando tenía trece ayudantes y un salario de 12 libras al mes, una cifra notable para la época. Por aquella época ya estaba casado con Louise Woodward y eran padres de dos hijos: Agnes Lilian (1907) y Roland (1909).

Cuando el Titanic zarpó de Southampton rumbo a Nueva York, Joughin era responsable de proveer pan y bollería a los pasajeros de primera clase y al resto de tripulantes. La noche del desastre, el 14 de abril de 1912, estaba en su camarote cuando sintió el impacto del iceberg. Al comprender la magnitud de lo ocurrido, ordenó a su equipo hornear pan fresco y subir provisiones a los botes salvavidas, una medida que luego resultaría vital para los supervivientes. 

Su reacción no se limitó a organizar suministros. Tras beber whisky en su camarote para templar los nervios —una decisión que marcaría su destino— salió a cubierta para ayudar en la evacuación. Empujó a mujeres y niños hacia los botes, incluso contra su voluntad, pues muchas no creían que el Titanic pudiera hundirse. También lanzó al mar muebles y sillas para que sirvieran de flotadores improvisados a quienes acabaran en el agua.

Aunque tenía un asiento asegurado en el bote número 10, como capitán del mismo, lo cedió al haber otros marineros y un camarero dentro, por lo que decidió quedarse en cubierta hasta el final. Fue uno de los últimos en abandonar el barco, sujetándose a la barandilla de la popa cuando el Titanic se partía en dos. Al caer al océano, aseguró haber sentido una extraña calma. De hecho, aseguró que apenas se mojó la cabeza y que no sintió ninguna succión al abandonar el barco. 

Joughin flotó durante más de dos horas en las aguas heladas, hasta que al amanecer logró acercarse a un bote volcado, el plegable B, en el que permanecía el segundo oficial Charles Lightoller y unos treinta hombres encima. El se agarró de las manos de algunos de ellos hasta que fueron finalmente rescatados, subiendo por su propio pie la escalera del Carpathia.

La vida después del naufragio

Tras sobrevivir a una de las tragedias más recordadas del siglo XX, Joughin regresó a Inglaterra para declarar en las investigaciones sobre el hundimiento. Poco después retomó su vida en el mar y trabajó en barcos mercantes, volviendo a trabajar en el Olympic. Durante la Primera Guerra Mundial lo hizo en el el SS Congress, que llegó a incendiarse y tuvo que ser abandonado, aunque en esta ocasión, sí subió a un bote salvavidas. Su resistencia y temple lo convirtieron en un personaje muy respetado dentro del mundo naval. 

En 1920 se trasladó a Estados Unidos, donde se estableció en Paterson, Nueva Jersey. Allí rehizo su vida, se casó por segunda vez con Annie E. Ripley en 1925 y obtuvo la ciudadanía estadounidense cinco años después. Pese a la fama que alcanzó su historia, llevó una existencia discreta, dedicada al trabajo y a su familia.

Murió en 1956, a los 78 años, víctima de una neumonía. Su nombre quedó grabado en la memoria colectiva como el hombre que venció al frío del Atlántico gracias a una mezcla de serenidad, valentía y al inesperado papel de una botella de whisky. Su historia sigue siendo uno de los capítulos más sorprendentes del Titanic.

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