Internacional

El Parlamento de Corea del Sur aprueba la moción para destituir al presidente que pasará a la historia por un fallido golpe de Estado

Han hecho falta dos impeachment y 12 días de protestas masivas para tumbar al líder que convirtió durante casi seis horas a una gran democracia en un régimen militar; al presidente que envió soldados y vehículos acorazados al Parlamento; que ordenó detener a los líderes de la oposición y de su propio partido; que se inclinó ante su pueblo disculpándose pero luego se aferró al cargo y lanzó todo tipo de teorías conspiranóicas para justificar su giro autoritario… El presidente de Corea del SurYoon Suk Yeol (63 años), ha sido suspendido este sábado por su efímera ley marcial.

Una semana después de la primera moción fallida, el Parlamento de la cuarta economía de Asia volvía a votar para destituir a Yoon. A diferencia de la anterior ocasión, esta vez el partido gobernante no boicoteó la votación, que ha salido adelante con el apoyo de más de dos tercios (204 votos a favor y 85 en contra) de la cámara.

Ahora, los poderes de Yoon han quedado suspendidos, aunque el líder conservará el título y permanecerá en la residencia presidencial hasta que el impeachment sea revisado por el Tribunal Constitucional, donde los jueces tienen la última palabra para determinar si la destitución de Yoon está justificada.

El tribunal debe emitir su decisión en un plazo de 180 días. Durante este período, el primer ministro, Han Duck-soo, asumirá el papel de presidente interino, haciéndose cargo del mando militar, de la diplomacia y de los principales asuntos estatales. Si al menos seis de los nueve miembros del tribunal apoyan la moción, Yoon será formalmente destituido y se convocarían elecciones dentro de los siguientes 60 días para elegir a un nuevo líder.

En un comunicado publicado después de la votación del impeachment, Yoon prometió defenderse hasta el final: «Nunca me rendiré».

Yoon pasó de pedir disculpas al pueblo surcoreano por su ley marcial en un frío discurso televisado el pasado sábado, a mostrarse desafiante en su última aparición del jueves, asegurando que pelearía para no caer en el juicio político y soltando teorías sin fundamento para justificar la imposición de la efímera ley marcial.

El asediado líder sugirió, entre otras cosas, que Corea del Norte podría haber manipulado las elecciones legislativas de principios de año -en las que arrasó la oposición- o que espías chinos se habían infiltrado en las instituciones para desestabilizar a su Gobierno.

Hace unos días, después de que la policía realizara una redada en la oficina presidencial, el fiscal jefe que lidera una investigación criminal contra el presidente dijo que no dudaría en arrestar a Yoon por las acusaciones de traición y rebelión.

Desde su propia formación, el gobernante Partido del Poder Popular (PPP), intentaron sin éxito en la última semana forzar la renuncia del presidente. En la primera moción, el PPP boicoteó la votación porque quería evitar la celebración anticipada de elecciones. Pero esta vez ha permitido que sus legisladores, en un voto que es secreto, dejen caer a un líder que estaba a punto de cumplir la mitad de su mandato de cinco años que no finalizaría hasta 2027.

Mientras se estrecha el cerco judicial sobre el presidente suspendido, varios de los responsables de la ejecución de la efímera ley marcial ya han sido arrestados. Entre ellos se encuentra el ex ministro de Defensa, Kim Yong-hyun, que dimitió días después tras disculparse por el fracasado decreto y que intentó suicidarse el martes por la noche en los baños del centro penitenciario donde se encontraba

«¡Arréstenlos a todos! Están violando la ley marcial, así que arréstenlos». Esta habría sido la orden de Yoon al jefe de la Agencia Nacional de Policía minutos después de declarar la ley marcial en la noche del martes 3 de diciembre. El líder surcoreano pretendía que los legisladores de la oposición, que en aquel momento estaban intentando entrar en el Parlamento para tumbar con una votación de emergencia el embiste autoritario del líder, fueran detenidos porque, bajo el decreto dictado, quedaba suspendida toda actividad parlamentaria.

Ha sido el propio jefe de policía, Cho Ji-ho, detenido esta semana por su participación en la fracasada ley marcial, quien, durante un interrogatorio, desveló las palabras literales que le dijo presidente. Cho ha asegurado que Yoon le llamó hasta seis veces por teléfono para ordenar el arresto de los diputados.

En la lista negra del presidente se encontraba Han Dong-hoon, líder de su propia formación, y Lee Jae-myung, el jefe del Partido Democrático, la principal fuerza de una oposición que controla el Parlamento y que ha denunciado en las últimas horas que tiene en su poder «evidencia documental» de que Yoon intentó de nuevo declarar la ley marcial después de que hubiera sido revocada tras la votación en el legislativo.

Desde la ley marcial, en la calle ha sido unánime el grito pidiendo su renuncia o destitución. También había una mayoría enfurecida que demandaba su arresto. Los surcoreanos no han terminado de entender cómo alguien que ha pasado toda una carrera de fiscal limpiando de corruptos el sistema democrático surcoreano, se atreviera a usar la herramienta que tanto han usado otros autócratas asiáticos para tomar el control del legislativo.

Yoon mantuvo durante 27 años la fama de ser un fiscal implacable. Su cruzada anti corrupción llevó a la ex presidenta Park Geun-hye, la última dirigente antes en enfrentar una moción de censura, a la cárcel por un gran escándalo de sobornos y coacciones. En 2022, Yoon ganó las elecciones por un estrecho margen. Apenas sacó un punto porcentual a su rival del Partido Democrático de Corea, de corte liberal.

Heredó un país todavía sacudido por los largos cierres de la pandemia. Dentro de casa, dominaba la polarización política. Pero su estrategia era mostrarse como un líder fuerte en política exterior, con una línea más dura hacia la vecina Corea del Norte y estrechar los lazos militares con EEUU. Los éxitos de Yoon se dieron en el escenario internacional, sobre todo al lograr la normalización de las relaciones con el vecino Japón.

Pero su alto estatus político en el extranjero no tenía nada que ver la visión que había en su país, donde veían a un mal comunicador que no sabía manejar la economía y que cargaba con nefastas gestiones como la estampida de la fiesta de Halloween en el centro de Seúl en la que murieron 154 personas aplastadas.

Los escándalos protagonizados por su mujer desplomaron aún más su popularidad. La oposición ha acusado a Yoon de abusar de los vetos presidenciales para parar una investigación contra la primera dama, Kim Keon-hee, por una presunta trama sobre manipulación de acciones. Aunque el caso más ruidoso fue un vídeo grabado con cámara oculta en el que salía Kim aceptando como regalo un bolso de Dior valorado en más de 2.000 euros.

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