Dominique Pélicot, el principal acusado del caso de las violaciones de Mazan no comparecerá hoy por problemas de salud
Dominique Pélicot, el principal acusado del caso de las violaciones de Mazan, también llamado caso Pélicot, no comparecerá hoy en el proceso que le juzga por haber drogado a su mujer, Gisèle Pelicot, para que la violaran otros hombres. Son medio centenar, también acusados. Hoy debía prestar declaración y dar su relato de los hechos por primera vez desde que se inició el juicio, hace 10 días, pero no lo ha hecho tras haber sido hospitalizado hoy mismo por problemas intestinales.
El presidente del Tribunal de Justicia de Aviñón, donde se celebra el proceso, ha pedido un experto médico judicial que le examine y verifique que, efectivamente, su estado de salud no le permite comparecer. «Su presencia es obligatoria para el debate» y la continuación del proceso, ha dicho el presidente, Roger Arata.
Su abogada, Beatrice Zavarro, ha expresado las dificultades del acusado «para participar en el debate» por sus dolencias: sufre problemas intestinales y una infección urinaria. «Él tiene la intención de explicarse, lleva así desde el viernes, no es una cosa de hoy», ha dicho, insistiendo en que no es una excusa para no declarar.
Pélicot no estuvo en el banquillo de los acusados el lunes, por este mismo motivo. Si su estado de salud no mejora el proceso podría suspenderse varios días. El abogado de la parte civil, que representa a la víctima, Gisèle Pélicot, y su familia, ha denunciado que el acusado «no puede bloquear el proceso así» y han reiterado que su presencia y testimonio es imprescindible.
Ausente el lunes, Pélicot no pudo escuchar el retrato que hicieron de él los psicólogos y psiquiatras que lo han entrevistado. Dibujan un individuo narcisista, perverso, sin ninguna empatía y con doble personalidad: era un buen padre de cara al exterior, pero en la intimidad daba rienda suelta a sus pulsiones sexuales sin el consentimiento de su mujer, la sedaba y reclutaba a hombres por Internet para que la violaran.
Además, lo grababa y fotografiaba. Ocurrió durante 10 años en la casa en la que ambos vivían en Mazan, pueblo de la región de Vaucluse, a unos kilómetros de Aviñón. Le administraba un somnífero en la comida o la bebida.
Ella se enteró de lo que su marido le hacía por los investigadores. Estos detectaron en el teléfono del acusado miles de fotos y vídeos sexuales. Este martes por la mañana ha declarado uno de los policías encargados de analizar este material informático que se le requisó al acusado y al resto de detenidos. Detalla los intercambios que mantuvieron, las conversaciones previas y posteriores. Describe los vídeos.
Gisèle Pélicot está con sus hijos en un lateral de la sala, a apenas unos metros de todos esos hombres desconocidos que salen en los vídeos y fotos, descritos con detalle por el investigador. El relato es de una dureza sexual extrema. El marido jaleaba a los hombres y les dirigía en la escena sexual mientras violaban a su mujer. Les decía cuándo la tenían que penetrar y cómo, cuando se tenían que marchar, sobre todo si ella se movía, según el relato del agente.
«Bien follada», le dice Pélicot a otro de los implicados, de nombre Cyril. La hija de la víctima, Caroline, se lleva las manos a la cara en varias ocasiones, como si estuviera a punto de romper a llorar. En una de las descripciones del experto sale de la sala llorando, la acompaña uno de sus hermanos.
Gisèle escucha atentamente, con la cabeza alta. A veces la apoya sobre la pared y cierra los ojos.
A apenas unos metros, uno de los acusados que aparenta menos edad se tapa la cara con una mascarilla, que se pone y se quita. Se tapa con la capucha. Está repanchingado en la silla, juega con un mechero.
En el banco de al lado hay uno con gafas que escucha atentamente. Era periodista. Hay uno con mascarilla que está dormido.
La mayoría está presente en la sala de audiencia, excepto uno que está huido y otro que está ingresado por problemas de salud. Al menos una decena ellos en un espacio acristalado. Son los que tienen un rol mayor en el caso, porque violaron varias veces a la vícima, o han sido condenados previamente por violencia sexual.
Hay uno con la cabeza rapada y coleta que permanece agachado con las manos sobre las piernas. Otro se tapa la cara con la mano. Hay varios que entraron con la mascarilla puesta y, horas de audiencia después, aún no se la han quitado.
La defensa de estos hombres argumenta que ellos no sabían que ella estaba inconsciente y creían que todo era un juego sexual de la pareja.
El abogado de uno de los acusados pregunta al investigador si, en el visionado de los vídeos, no lo cree posible: «Cuando se está produciendo una felación con una mujer inconsciente… ¿Es que hay que esperar el momento en el que ella ronca o respira fuerte para parar?», le responde el investigador.
El abogado de la parte civil le pregunta si él cree que los acusados, que en su mayoría niegan haberla violado, percibían que Gisèle sufría: El policía dice: «Lo más impresionante para mí es que, en las felaciones, cuando ella comienza a asfixiarse, no reaccionan ni siquiera cuando el señor Pélicot les dice que se retiren»
Gisèle Pélicot ha pedido que estas imágenes se visualicen en la audiencia, cuando proceda. No quiere que sea a puerta cerrada. Cuando comenzó el juicio, que ella ha querido que sea público, deja clara su intención, además de que se haga justicia: «Que la vergüenza cambie de bando».