EDITORIAL

Sin Metro, Villa Mella se hunde: el colapso de una ciudad que aprendió a depender

El cierre parcial de la Línea 1 del Metro de Santo Domingo, ocurrido a partir del 16 de julio, no solo interrumpió el flujo de trenes. Lo que realmente quedó detenido fue el ritmo de vida de decenas de miles de personas en Villa Mella y Santo Domingo Norte. El caos, el tapón, el calor y las largas esperas en las paradas de guaguas no solo evidencian la dependencia al sistema ferroviario urbano, sino una verdad más profunda: sin el Metro, Villa Mella no funciona.

Durante más de una década, el Metro fue mucho más que una obra de infraestructura: fue un corrector del caos urbano, un igualador social y un motor de dignidad. La rapidez, limpieza y seguridad que ofrecía este servicio permitió a trabajadores, estudiantes y familias desplazarse de forma eficiente en una ciudad que históricamente los relegó al olvido.

El cierre temporal de cinco estaciones dejó expuesto un drama humano: madres cargando niños bajo el sol, trabajadores que ahora deben salir dos horas antes de sus casas, jóvenes que llegan tarde y agotados a sus centros de estudio. Las guaguas de la OMSA, aunque necesarias y valientes en su esfuerzo, han sido insuficientes, incómodas y mal distribuidas. Y el resultado ha sido el colapso total de la movilidad en uno de los sectores más poblados del Gran Santo Domingo.

Este episodio es una alerta. El Metro no es un lujo capitalino ni una herencia política; es un servicio esencial que sostiene la columna vertebral del transporte moderno. Cuando se interrumpe, todo lo demás cae en cadena: la puntualidad laboral, la productividad, la economía familiar, la salud física y emocional de miles de ciudadanos.

Más allá del cierre temporal, este drama urbano debe ser una oportunidad para repensar la planificación del transporte colectivo. Es hora de diseñar planes de contingencia verdaderamente funcionales, invertir en transporte alternativo con calidad y prever que la movilidad no puede seguir descansando en una sola columna.

Porque sí, Villa Mella aprendió a vivir gracias al Metro. Pero el país debe aprender que una ciudad sin transporte digno es una ciudad condenada al atraso.

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