Opinión

La historia que se repite con cada tormenta

Por: Marien Aristy

Fue un martes de horror. Largas filas de vehículos ocupaban las vías del Gran Santo Domingo mientras las calzadas se anegaban al compás de una lluvia que caía a raudales como si el diluvio universal quisiera llevarnos de encuentro en tiempos modernos.

La historia, repetida, nos mostró lo que vemos cada vez que llueve en demasía: las lagunas se sucedieron en unas zonas de la ciudad que siempre se anegan, sin importar las medidas preventivas que se tomen para evitarlo. Al mismo tiempo, el tránsito colapsó durante largas horas que consumieron un combustible que a nadie le sobra.

Las alertas siempre llegan con suficiente anticipación. La noticia se cacarea hasta la saciedad, gracias a la eficiente labor del Instituto Dominicano de Meteorología (INDOMET) y el Centro de Operaciones de Emergencia (COE), pero nunca se despacha a la gente con la antelación necesaria para que llegue bien y rápido a sus casas antes de que las cortinas de agua se desprendan del cielo.

Detener el aparato productivo es complicado, lo sé, pero debe encontrarse un mecanismo para que los ciudadanos no pasen tanto trabajo una vez sí y la otra también. Por lo menos hoy se suspendieron las labores, tal como lo manda la prudencia. Ojalá que las suspensiones llegaran siempre mientras estamos secos.

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